martes, 27 de febrero de 2007

(Sin nombre)

No entendían que pasaba. Estaban sorprendidos pero sin ánimo de detenerse; lo que estaba pasando era tan extraño como fascinante.Con la punta de sus dedos temblorosos, sentía el pezón erizado, su boca estaba seca, sedienta de pasión, de deseo.

Lentamente empezaron a caer unas tímidas gotas de sudor, se escurrían por sus cuellos. Sus dientes estaban tan apretados, que castañeaban.

En ese momento mágico olvidaron. Olvidaron quienes eran, como se llamaban. Sin saber o importar si lo que hacían era bueno o era malo. Por la ventana, entraba una tenue luz blanca que alumbraba justo la cintura de ella. El no podía dejar de mirarla. El roce de sus labios con su oreja, era completamente intenso.

La sábana se deslizó hasta el suelo, y quedaron ahí…dos cuerpos desnudos con ganas de amarse. Se acurrucaron sobre la sabana, sus miradas eran profundas y fuertes. Comenzaron a tocarse; cada vez era más fuerte la respiración hasta volverse gemidos de placer.

Él, estaba sobre ella y lentamente comenzó a penetrarla. Ella, sonreía nerviosa. Mordía su labio inferior y pasaba su lengua para mojar sus labios. Sentía que la amaba. Los movimientos se hicieron cada vez más rápidos y fuertes.Él no dejaba de mirarla e imaginar una vida a su lado.

De pronto, un fuerte grito, seguido de arañazos y retorcijones. Sentía como se venía dentro de ella. Le gustaba. Pero sus pensamientos siempre fueron tiernos, mágicos e inocentes. Se abrazaron hasta quedar dormidos. Parecía un amor tan puro y mágico.

Ella…soñó, que esa noche junto a él, era el principio de una nueva vida llena de amor y de razones para vivir. Él, soñó que aquella mujer era lo más maravilloso que había llegado a su vida. Y que soltarla de sus brazos era dejar escapar el amor verdadero.

Al despertar, ya no estaba. En la almohada había dinero.

-Siempre será igual –dijo ella suspirando.

Se vistió, arrugo el dinero y lo guardo con odio. Salio minuciosamente del cuarto, a recibir a un nuevo cliente.


Natalia Benrey